lunes, 19 de enero de 2009

La vieja silla de mimbre

Lu

La vieja silla de mimbre no está para sentarse. Es un viejo chisme que se quedó inservible. De no haber ocurrido el accidente aun seguiría adornando la entradilla.
Aquella tarde, la Señora nada más entrar en casa lo primero que hizo fue pedir asiento. Él que no sabía, se la ofreció amablemente. No sabemos como fue. Martín no nos quiso contar, aunque imaginamos como pudo ser la escena en la que la Señora Maca, como dice mi sobrina pequeña Marieta, cató el asiento.
Martín debe de estar avergonzado y revolviéndose cuando piensa en el accidente. ¿Cómo iba él a saber el estado de la antigua silla? Si nadie se lo habíamos avisado, si ni tan siquiera era miembro de la casa. No puedo imaginar la cara que se le quedaría al pobre cuando vio a la anciana caerse.
Primero tan tímido al recibirla, con sus mejillas enrojecidas por el corte. A continuación ofreciendo asiento, tan amable y cordial. Y después, ¡ay la Maca!, ve como el mimbre se abría resquebrajándose en pedazos. Así veía la expresión pavorosa del rostro de la Señora Maca al verse caer lentamente sin poder reaccionar, sin levantarse. Había quedado prácticamente entre las astillas del mimbre sentada casi en el suelo muerta de dolor. La vieja silla de mimbre rota por fin, después de tanto tiempo recordando a nuestra madre, tan amiga de la Señora Maca. Imagino a las dos. Mi madre cosiendo en su silla de mimbre una bufanda para mi hermana, y la Señora Maca en la plegable que le acompañaba siempre, tejiendo otra para su hija, tan amigas las dos. No sabemos a qué se debía su visita, ni porqué vendría la Señora, ni qué venía a tratar. Pobre Maca que se quedó sin decirnos. Y pobre Martín.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿a donde nos llevan las buenas intenciones?

susana dijo...

genial, me ha encantado!!!...desde hoy miraré a las sillas de mimbre de otra manera y, por si acaso, elegiré sentarme en la de plástico roja...