jueves, 18 de noviembre de 2010
Farsa
jueves, 4 de noviembre de 2010
Evitar
jueves, 21 de octubre de 2010
Redención
La habitación es más grande que el universo y en unos segundos mengua hasta el tamaño de una caja de zapatos. Me tiendo en el suelo buscando el ángulo correcto para ver por la ventana sólo el cielo rojizo, libre de la horrenda visión de las antenas de televisión y la ropa tendida, de los edificios mustios y los sueños beodos. El ruido y la contaminación de las alimañas que viven fuera infectan sin piedad mi mundo, pringando las paredes con su hedor negro de aceite quemado.
(La decisión está tomada)
Contemplé la cárcel que había construido ladrillo a ladrillo, barrote a barrote, para cumplir la cadena perpetua a la que me había condenado. Los presos caminan encadenados a la rutina, abúlicos y cadenciosos, atusándose el pelo y mirándose en el espejo a cada instante. Unos detrás de otros, con paso firme, buscando la redención que sólo les llegará con la muerte.
¿Cuántas decisiones había tomado en mi vida con libertad?
Ninguna.
(Ya no hay vuelta atrás)
Agarro el cuchillo con fuerza, me tiemblan las piernas.
Acerco la hoja a la garganta, tengo que atravesar la yugular de un corte.
Tengo miedo.
Siento abrirse la piel en dos, cómo los músculos se hienden y se fracturan los huesos. Trozos de epitelio se caen al suelo, otros, muy pequeños, flotan en el aire.
Y la sangre fluye.
Lo primero en evaporarse es la infancia. Mis padres, mis hermanos, mis abuelos, los meses en la playa haciendo castillos de arena, los lápices de colores, el amor blanco e infantil por mi profesora…
Cada latido de mi corazón destierra la sangre caliente al exterior.
Después olvido las matemáticas, la universidad, la historia, los teoremas, los idiomas, montar en bici y todos los libros que he leído. Se desvanecen los consejos que no pedí y todas las decisiones que tomé.
Un dulce temblor viaja de los pies a la cabeza. La debilidad conquista poco a poco mi cuerpo.
Desaparecen las promesas incumplidas, las mujeres, las novias, los amigos, los horarios, los logros y los fracasos. Las personas que pasaron por mi vida ya no existen en mi cabeza.
(Percibo los colores como si tuviesen sabor)
La luz del atardecer ilumina la habitación, que ya no es grande ni pequeña, es hermosa.
Sólo me queda limpiar la sangre del suelo y las paredes, lavar las cortinas y disfrutar de mi libertad.
(Ellos)
Se retuercen como los caminos de una montaña para seguirme con sus miradas, los comentarios despectivos son la nueva sangre que fluye por mis venas.
Percibo su miedo y me gusta.
jueves, 30 de septiembre de 2010
La lista
martes, 21 de septiembre de 2010
Un ejemplar de "El extranjero"
Arrancó de golpe. El vaivén cesó. La lancha se embaló hacia un risco punzante que sobresalía. La costa se adivinó bajo la calima. Un topetazo nos desembarcó desordenadamente. Algunos caímos al agua. El impacto frío me despabiló de súbito. Tierra. Tierra con agua. “Afortunado. Vivo. A salvo”, pensé mientras tosía sal. “Allez!. Allez!. Out. Out. Fuera, joder. Coño. Run. Run. Come on!. Come on!”. El capitán era políglota además de un hijodeputa que lanzaba por la borda a los negros más paralizados.
El silencio se hizo brisa. Acurrucado noté en mi estomago un pinzamiento. Saqué el pequeño hatillo envuelto con papel. Mojado éste dejó al descubierto un ejemplar sufrido de “El extranjero”. Me acordé de mi madre. De la madre de mi madre. El miedo empezó a hablar entre mis dientes. “¡Mama!. ¡Mama!. Ahhh...!”. “Ya se irán. Yo no me muevo de aquí”. Respondió a los pensamientos el silencio. El miedo lo reafirmó todo.
martes, 14 de septiembre de 2010
El enemigo
lunes, 17 de mayo de 2010
NOTA:
martes, 11 de mayo de 2010
Pecados (6 y 7)
AVARICIA
Jamás se ha visto a un hombre tan perfectamente bronceado. Su trabajo le cuesta mantener esa piel dorada y brillante cual metal precioso. Termina su jornada laboral y se marcha derecho a la piscina de la urbanización. Aprovecha unas cuatro horas de sol diarias bajo una capa del más potente bronceador del mercado. No lee libros para evitar que su sombra deje marcas de piel blancuzca en su cuerpo, ni siquiera se pone las gafas de sol. Su piel morena aumenta las probabilidades de éxito con las mujeres y eso, tratándose de un hombre tan poco atractivo, hay que explotarlo. Midas se ha vuelto loco, comentan las vecinas consternadas, lo de las sesiones de rayos uva todo el invierno, a pesar de ser una costosa excentricidad que casi cambió su nacionalidad nórdica en cubana, tiene un pase, pero no hacer caso de las quemaduras, ni curarse las erupciones cutáneas que le han cubierto entero ralla el masoquismo, ¡es qué ni siquiera parece ver que se ha convertido en un monstruo verrugoso que va dejando un reguero de piel muerta y dedos calcinados por toda la comunidad!.
PEREZA
Qué no me levanto, estoy cansado, necesito unas vacaciones. No, merezco unas vacaciones. Pero cariño, hace días que te esperan en el trabajo. Tu despacho está vacío y la gente quiere saber por qué. Yo ya no sé que decirles. Pues diles la verdad, que estoy descansando. Con lo bien que estaría yo pescando. ¿Descansando? ¿Quieres que atienda a los medios y les diga que mi marido, el Presidente, está descansando?. Te lo agradecería mucho, si. Y que hablarás en un tono más bajo también. Pues no me he convertido en Primera Dama para escusar a mi marido porque no le gusta madrugar. !Hazlo tú¡. Está bien, me levanto, sólo cinco minutos más.
jueves, 29 de abril de 2010
Pecados (4 y 5)
GULA
Era una ansiosa, por su manera de comer, se la veía a la legua. ¿Por qué lo dices?¿Comía mucho? Sí, a cada rato la pillabas sacando un tupper del cajón de su escritorio y, agachada detrás del ordenador para que el resto de la oficina no la viera, se metía en la boca tres o cuatro trozos de una especie de carne encebollada liberando un olor a grasa quemada repugnante. ¿Y siempre comía lo mismo?. Esa última semana sí. Después no lo sé, la detuvieron. Desde que la policía nos comentó lo del cuerpo de su compañero de piso repartido entre el baño y la nevera, no hemos vuelto a ser los mismos carnívoros.
ENVIDIA
A las once de la mañana las madres salen a pasear con sus pequeños. La zona residencial incluye un parque vigilado al final de la calle de chalets de lujo. Frente a los columpios, se ha instalado un chiringuito ibicenco especializado en cócteles y desayunos. Al otro lado, un polideportivo provisto de guardería permite a las amas de casa con asistenta fortalecer sus glúteos. ¡Qué grandes están tus niños!, ¡Qué guapos los tuyos!. ¿Estás mas delgada? ¿Tú te has cambiado el pelo, no? Oye, ya me ha dicho mi marido que han ascendido al tuyo en el trabajo, enhorabuena. Pues chica, a mi me ha comentado el mío que el tuyo esta encantado con su nuevo coche, que lujazo. Y así se despiden y prosiguen cada una su camino. Menudas arrugas tenia la muy vacaburra. No sé como permiten criar niños a borrachas muertas de hambre como ésta.
martes, 27 de abril de 2010
Pecados (3)
IRA
Un dolor punzante le despierta, es viejo conocido del abuso. ¿Qué ha pasado? ¿Y esta sangre? Todo está lleno de manchas resecas, sus manos, el sillón, la pared del pasillo. Se palpa el cuerpo pero no encuentra más que unos leves arañazos en el cuello y los brazos. Entonces, no es suya. Intenta recordar pero navega por lagunas de doloroso olvido. La lámpara de pie echa añicos le trae un flash de gritos, golpes, vómito, llanto desesperado y odio incontenido. Se derrumba al ver la cama vacía, abre los armarios, no falta ropa, tendrá que volver a llamar a los hospitales para encontrarla y pedirla perdón. Para que vuelva a casa, porque si esta vez no vuelve, él se morirá de pena. La necesita tanto, tanto que sólo pensar en su ausencia le vuelve loco. El pánico le atenaza la garganta y bloquea sus lágrimas arrepentidas. ¿Quién es ese que aparece para destrozarlo todo? Ese no es él, tiene su cara, su voz y su cuerpo pero, sin duda, es otro. ¿Cómo exorcizarme si vuelve? Para protegerla a ella, en realidad. Entre las botellas tiradas encuentra una que no está vacía y busca el germen. Observa el líquido esperando encontrar nadando en él algún gusano que hará crisálida en su estómago y, en unas horas, nacerá el monstruo, y se extenderá como un cáncer hasta poseerle entero. Pero por más que agita la botella no encuentra nada que matar, nada.
sábado, 24 de abril de 2010
Pecados (1 y 2)
LUJURIA
Mientras ardo en fuego y azufre pienso en tus pechos al mismo tiempo que en tus ojos. Poco importa que me recuerden una y otra vez que, como súcubo que soy, he de devorar a los hombres que me miran con lascivia cuando me apoyo en la barra para que me sirvas otra copa, poco importa...
SOBERBIA (de Proverbios 6:16-19)
Estiró el brazo, giró el cuerpo y tensó su musculatura cual Discóbolo, aspiró profundamente y lanzó el boomerang arrancando gemidos de sorpresa del pueblo entero, presentes todos los aldeanos en la plaza para ver con sus propios ojos el extraño instrumento traído desde tierras donde, según les ha contado el estudioso, los animales devoran a los hombres al menor descuido. Ya ven regresar a lo lejos el objeto volante, se arrancan vítores y aplausos para el viajero que estira un cuello de afán protagonista y enaltece la mirada dirigida al populacho. El arma afilada desgarra su garganta y la cabeza cae al campo de centeno, entre el clamor del abnegado público.
domingo, 11 de abril de 2010
Surrealismo
La tarde era propicia
para andar por la arena
de los acantilados
de mi espesa cabeza
retorcido como un gusano
con las fauces abiertas
penetrando en el costado
de un coyote
me abría paso por la maleza
encontrándome perdido
en mi pequeña locura
cuando todo estaba tranquilo
divisé una gran montaña
formada por cadáveres
de penosa presencia
atravesé el lugar
no sin fijarme que algunos
de estos cadáveres
me miraban con pena
eran las personas que
no había llamado
las que había fallado
las que no había amado
miré atrás sin darme cuenta
que me iba recostando
sobre un montón de ellos...
para terminar formando parte
de aquella enigmática montaña.
miércoles, 24 de marzo de 2010
Gang-Band
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Llegue a aquel lugar oscuro no sé cómo. Empujado por una inercia que me venía de detrás. Pero, fue en mitad de una enorme borrachera de noche. Recuerdo entre flashes de luces estridentes las manos que me arrastraban manoseándome y las sombras desdibujadas que me circundaban en un baile de otro mundo. Lo que no olvidaré nunca fue el juego de estrellas que formó una perlada cortina de tiras en la entrada a una habitación sin fondo ni horizonte cercano ni conocido. Y la estúpida sonrisa que llevaba puesta, ahogada por un llanto interior no visto ni hecho agua. Era todo sólo una comedia, trágica para mí. Divertida para mi extraño público.
Enseguida unas sogas de dedos me ataron las muñecas como unos grilletes pesados que me conducían a la tortura de millones de agujas punzantes. Yo caí de rodillas tal que un penitente en procesión. Pero esto únicamente aumento la algarabía y la devoción de las risas. Inevitablemente me arrastraron por el suelo. Aquel no era el sitio para quedarme. De repente perdí el norte. Todo se me hizo niebla. La monstruosa visión cesó. Caí inconsciente; envuelto en un sueño del que me despertaron consecutivas bofetadas que decían mi nombre; “¡Enrique!. ¡Enrique!. Vamos, joder, que no es nada”. Un hombre enmascarado de negro me dio la primera muestra de afecto. Una caricia circular, helada, con olor a alcohol. Flotaba encima de una camilla de dentista. Me sentía un tronco. Sin la copa y sin sus ramas ni raíces. Talado. Inerte. Sé que la sonrisa de bufo no desaparecía. Pero yo seguía llorando por dentro. Continuaba la crecida del río subterráneo. Sentí también un tacto de látex. Insípido. Ahora los grilletes se habían multiplicado incomprensiblemente en el silencio. Me sujetaban a la realidad por los hombros, antebrazos, rodillas y tobillos. Unas torres negras con atalayas de ventanas abiertas en formas de arcos ojivales me pertrechaban impidiéndome la huída de la cárcel de cuero y olores acrílicos que ocupaba. La misma máscara negra se me presentó con una boca blanca y cuadrada igual que sus manos, que señalaban distintas partes de mi cuerpo mientras buscaba su guía en los cuatro puntos cardinales que orientaban las cuatro torres alzadas. Volví a ausentarme unos instantes. Lo perdí todo de golpe. Cuando regrese el escenario no había sido cambiado en nada. Bueno, algo sí. Mis pensamientos se hilaban igual de mal que las líneas que ahora describo. Alguien desde algún sitio lejano y oculto intentaba saber de mí; quién era, qué hacía allí y si me encontraba bien. El caso es que no me encontraba por ningún lado. Aquel no podía ser yo. Era otro al que yo veía. Un ser perdido, apresado, abrumado, encadenado. Me reconocí más tarde en el primer punzante dolor que atravesó mi brazo izquierdo. Entonces sí la sonrisa tonta desapareció de golpe cayéndose con el mismo peso de una piedra que desborda definitivamente un vaso. Se giró mi cabeza resortada para volver a ver a esa desconocida silueta negra de boca blanca y cuadrada que me preguntaba por el dolor. Obtuvo una callada por respuesta. Siempre había sido así. Sin embargo, ese no era yo; pero estaba dentro de mí. Ahora el personaje poseía dedos de hierro. Me acariciaban metálicos con bufido y resoplo de máquina. “¡Ves Enrique!. ¡Si no es nada, coño!”. Se acalló el cinturón de cadenas y carcajadas. Quede suelto aunque sujeto por imperceptibles lazos. Cesó a la par la música de púas en mis oídos. Comencé a escuchar sólo un redoblar de pulso sanguíneo y un aire comprimido escapando en la oscuridad. Sí noté un hiriente pinchazo de aguja dibujando notas y trazos en mi piel y mis poros colmándose de una rabiosa e hirviente tinta rebosante de matices. Se desbordaba el caudal pero era inmediatamente arrastrada, traída y llevada, por una marea algodonosa y blanca. A pesar de tener los ojos cerrados podía ver todo esto. Era un silencioso espectáculo sinestésico. Una parte de mi geografía recogía la inundación de un calor abrasivo, devastador. Las torres se convirtieron en suaves tapias inclinadas empeñadas en vigilarme. Yo cada vez era más consciente de las caricias de un hombre cada vez más claro, cada vez más translúcido. La mueca se había congelado, dejando paso a una más fría todavía soledad. La luz se fue imponiendo. Poco a poco. Todo fue terminando. Finalmente concluyo.
Así que abandoné la tienda, sobrio, sereno, tranquilo; comprendiendo todo un poco mejor. Y al salir a la calle, cuando recibí la primera brisa refrescante de la mañana sobre mi piel tapada, supe que estaba marcado para siempre y que también portaba innumerables e invisibles tatuajes dibujados a fuego por la puta vida.
6:25 a.m.
fin de “El Tatuaje”.
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