miércoles, 8 de octubre de 2008

Lo natural

jminúscula

Había hecho los calentamientos y estirado en el vestuario, mientras rezaba el rosario, besaba el medallón de oro con la imagen de la virgen de su pueblo que siempre llevaba colgado en el cuello. Vestido de traje de luces rosa y amarillo, esperaba impaciente pero sereno las cinco de la tarde, hoy iba a ser su día.

El Niño de Rancio esperó en el coso al toro, enfrente de la puerta de los toriles, una rodilla hincada en la arena, la otra pierna con el pie firmemente plantado en el suelo. Se abren las puertas, de cara viene corriendo un morlaco de 600 kg, lucero, de cornamenta cornigacho, negro azabache, que como una locomotora se lanza hacia la muleta roja del torero, impecable puerta gayola. El toro bravo y bueno en la muleta se deja torear, parece un baile, cada muletazo dibujaba en la arena un cuadro de valentía.

Esta era su tarde, se metió entre pitones para rematar por el toreo de cercanías, esta era su tarde, tenía que arriesgar, esto es una danza, y yo un bailador; tuvo una cornada perianal de entrada de 10 centímetros, el toro le lanzó por los aires hasta dos metros, cuando calló le golpeó con la testa mientras le revolcaba por toda la plaza, la cuadrilla intentaba despistar al toro con sus pálidas muletas rosas, el morlaco de 600 kg, le pisó el pecho hundiendo todas las costillas del torero, y cuando le pisó la cabeza sonó un crujido que, junto con último suspiro del artista, formaron un pasodoble.

Las médicos solo pudieron certificar su muerte, tenía heridas incompatibles con la vida. Esta tarde, en la fiesta nacional, murió la bestia.

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