martes, 2 de diciembre de 2008

El autobús

jminúscula


Si quiero coger ese autobús que me lleva a la GranCapital tengo que darme mucha prisa, ir muy rápido. Me pongo el abrigo, empujo la puerta dando un gran golpazo no intencionado que resuena como un trueno en todo el portal.

Aprovechando la inercia que llevo intento emular a Carl Lewis para saltar los siete escalones que forman el primer tramo de la escalera, intento fallido, hinco las rodillas en el penúltimo escalón, el resto del cuerpo se vence hacia delante, freno de bruces contra la pared de gotelet, desollones en las rodillas, raspones en la manos, y la cara marcada de cráteres producidos por el dibujo de la pared, no pasa nada, cogeré ese autobús.
Cambio de estrategia. Decido otro modelo a imitar que me traiga más suerte en esta bajada, escojo como ejemplo a mi abuela y decido bajar los escalones de uno en uno y con paso firme, seguro pero lento.

Consigo bajar los seis tramos de siete escalones, seguro pero lento, abro la primera puerta del portal, la dejo caer, bajo como un cohete la rampa de minusválidos y aprovecho que está entornada la segunda puerta para colarme a toda velocidad como un espía, me golpeo la espalda contra el pomo de la puerta, no pasa nada, mañana moratón.

Tengo que conseguir alcanzar ese autobús, ya estoy en la calle, parezco un gamo, jalo sin mirar atrás, ni adelante, ni a los lados, ahora sí que soy El Hijo del Viento. Cruzo la calle a tumba abierta, no miro, no pienso, tengo que coger ese autobús, las personas y otro mobiliario urbano aparecen ante mis ojos como exhalaciones, soy una locomotora, siento en mi cadera un fuerte golpe, no pasa nada, no miro atrás, tengo que alcanzar ese autobús.

Corro por delante de mi parada, el autobús ya ha pasado, pero sigo corriendo, voy a la siguiente marquesina, avanzo lo más rápido que puedo, las suelas de las zapatillas se me empiezan a derretir y a fundir con el suelo, ¿efecto de la velocidad? No, mediados de agosto.

Cuando vuelvo a casa, escucho a un vecino comentar a la mujer que pasea un perro, que esta tarde un loco corriendo ha dado un golpe a una anciana sentada en un bordillo alto, que se ha caído encima de un ciclista, que ha derrapado, y se abalanzado sobre el capó de un coche que ha intentado esquivarle y ha chocado contra otro coche aparcado. La anciana se ha roto la cadera, el ciclista ha muerto empotrado entre los dos coches, la conductora mortífera ha sido atendida por los servicios de emergencia por un ataque de ansiedad.

Por fin llego a casa, menos mal que conseguí coger el autobús.

2 comentarios:

Borja Echeverría Echeverría dijo...

La que se ha liao, ¿no podia esperar al siguiente?
Muy bueno.

Saludos.

JuanP dijo...

Me mola mogollón.