jueves, 25 de septiembre de 2008

No puedes engañarte

Sergio

Dices que lo intentas por segunda vez. Coges la foto. Detenidamente observas en la barbilla aquella pequeña cicatriz, el leve rictus en la sonrisa, los ojos preguntones y, más arriba, ya te esfuerzas en descifrar el mensaje. Su endiablada caligrafía cruza la frente. Se extiende más allá de los occipitales. El alfabeto te resulta incomprensible aunque lo sientes molestamente ligado a ti. Dices que sobre su frente ese texto ilegible usurpa el lugar de tus caricias, el apoyo de tu pecho. Juras que hubieses preferido sobre su rostro la letra clara de un desconocido antes que esa letra suya incomprensible. Que desde su trazado caótico apunta hacia tu memoria y despliega, una a una, ante tu entendimiento, las últimas palabras que escuchó de ti.
No me dices que despiertas del sueño justo cuando coges de nuevo la foto para intentarlo una vez más, porque escucharse hace daño y es más fácil no entender. Sé que me lo ocultas a sabiendas de que a mi no me puedes engañar.

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