domingo, 21 de septiembre de 2008

Calada

Sergio

Antes, al coger un cigarro del paquete, he visto, por un momento, a los otros que han quedado como muertes esperando.
Tiesos e impasibles miraban de lado, queriéndose ocultar en el interior de la cajetilla; no notaban su propia presencia y sí evitaban la mía; huirían de mis labios y de la combustión.
Al cerrar la cajetilla no duermen tranquilos; en la oscuridad no tiemblan; esperan de nuevo la tapa que se abre y es, entonces, el miedo a la luz, el terror a aquellos labios a la altura de un sol al que se aproximan en fila y luego calada.

1 comentario:

susana dijo...

es peor la vida del tabaco de liar... nacen los cigarros para, casi al instante, sufrir combustión expontánea, una pena vaya...