jueves, 10 de diciembre de 2009

Congoja

Edurne

Acongoja la tortura de la coja, que latir de sillas en movimiento, que rasgadas suenan las baldosas, increíble tanto ruido, para una señora sola.
Absurdo soportar tanto devenir de ruidos al salir, de un techo poco trecho, de un salón infinito, las paredes resquebrajadas y sin posibilidad de escapada. Solo te queda el enfrentamiento, la sensatez no es aplicable para alguien tan incorrecto.
Subo los escalones y con dos tacones sale a recibirme, el calor es sofocante, entro y me siento un momento, pues no creo que soporte tanto desacierto.
Ahora entiendo tanto ruido si por su casa anda a bocanadas, tiene prisa, porque la vida pisa, apenas me deja hablar, de su boca no para de sacar palabras que me están sentando mal.
Educada hasta en los momentos más molestos, pierdo el control, y sin querer entro a barrer todas sus palabras que no me estaban sentando bien, acalorada me encontraba cuando el sudor por la espalda me bajaba, eso no me distraía pues la discusión ardía.
A una conclusión he llegado ya, es una tortura que me toca acarrear, y que de la cual no me voy a poder librar, pues después de dos horas de recapacitar, pienso que me toca mudar, este lugar me está haciendo mal, y ese sonar ya no lo soporto más.
Las maletas en la puerta están, de Madrid voy a escapar, no se donde voy a ir a parar, pero tengo claro que no quiero una comunidad vecinal.
Estresantes reuniones a horas detestables, incontables encuentros con gente con poco talento, ese ascensor nunca está libre y el buzón prendía de toda la propaganda que contenía, ya no voy a discutir más por las subidas de la comunidad, ahora todo me da igual, solo quiero una lugar para respirar.

1 comentario:

susana dijo...

prosa poética... ágil y divertido imaginarse a la señora-maruja... de verdad te ha pasado eso? yo tengo a una encima que no se quita los tacones en todo el día, tiene que tener el parqué cojonudo...