lunes, 28 de octubre de 2013

Juegos de mayores

Sergio Álvarez Guillén

En un cuidado parque de una urbanización privada, juegan unas niñas, todas vecinas. Cuando comienza a lloviznar, dos de ellas, hermanas, corren a una zona cubierta, cerca de los portales. Las otras, primero observan este rápido e inesperado movimiento y, luego, hablan entre ellas muy excitadas. Gesticulan tal como hacen las actrices de las series de televisión: arquean las cejas y doblan la boca y mueven arriba y abajo los brazos.
A cubierto, en el porche, las hermanas imitan a sus ídolos musicales interpretando sus canciones. Como las otras niñas se acercan pero no dicen nada y, además, parecen muy serias, una de las hermanas, la más pequeña, propone:
-Podéis jugar con nosotras, si queréis.
-Aquí no se puede jugar… y menos a cantar porque… molestáis.
-Pero, si cantamos bajito… y además, ¡está lloviendo!
-¡Ya!, pero… no podéis cantar esas canciones porque la ropa que vestís ¡no pega!
Una de las hermanas se ajusta el velo en la frente y explica:
-Mi padre es cirujano en el Hospital y, nos ha dicho, que podemos cantar como las artistas de la tele, si queremos- así se defiende la hermana mayor mientras termina de ajustarse el pañuelo en la nuca.
Las niñas van formando un corro y ríen y cuchichean.
-Bueno, sí, tu padre es médico -dice una pequeña princesa rubia con trenzas a ambos lados de la hermosa cabeza- pero vosotras ¿cómo queréis ser de mayores? ¿como vuestro padre o como vuestra madre?
Entonces, hábilmente, la mayor de las hermanas se quita el velo y suelta su pelo. Cae sobre sus hombros una cascada de perfumada frescura azabache. Esto provoca en el corrillo un clamor generalizado.
-Como mi madre –responde. -Tiene la casa más limpia que la madre de tu compañera del cole, la suya.
Estallido de carcajadas entre las niñas.
-Sí, ya sabéis que mi madre cuida a la abuela de tu compañera –continúa. –Y, también, porque el pelo lo tiene mucho más limpio y bonito que las demás.
En el inesperado silencio sepulcral del corrillo, la turbación de la hermana pequeña es manifiesta. Observando esta debilidad, una de las vecinas del corro, se arma de valor y quiere saber:
-Y ¿tu, Sukaina? ¿A quién te quieres parecer cuando seas mayor? ¿A tu padre o a tu madre?
Sukaina baja los ojos al suelo y aprieta los labios. Pero esto, tan sólo dura unos segundos.
-Yo… a mi padre. Porque, ¿sabéis?, él canta mucho mejor que Ricki Ricardo.

* Relato escrito para el concurso ESCRIBE IGUALDAD, de ACSUR-LAS SEGOVIAS.

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