Sergio
Estos últimos días habrán percibido en el Portero un aumento en la necesidad de ocultar el temblor de sus manos. Les habrá bastado observarle al abrir una puerta, recoger las bolsas de basura, estirarse sobre la escalera para cambiar una bombilla, regar las macetas de los rellanos... emperora rápidamente. Su temor a que le despidamos no es infundado. Nos descubre mirándole con lástima, agudiza el oido para escuchar los comentarios adversos una vez se cierra la puerta del ascensor, algunos niños no han disimulado sus burlas, de refilón a entendido el gesto inhibido de querer ayudarle a coger de entre el manojo de llaves la requerida con prisas.
Salgan de sus casas sin alboroto, mañana, a la hora acordada y que las puertas queden bien abiertas a sus espaldas.
Salgan de sus casas sin alboroto, mañana, a la hora acordada y que las puertas queden bien abiertas a sus espaldas.
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