SergioLeandro Requesta, ¿te sonará este nombre?
¿Le recuerdas? Aquellas manos como cangrejos ermitaños
aquellos callos horribles que eran gloria para él
si te alcanzo con estos te cambio la jeta
y como cogía la jarras parecían ladrillos de cebada
y al hablar y al beber y al fumar todo temblaba
todo se volvía morao morao morao
le mirábamos todos entre divertidos y asustados y algún atrevido le enganchaba el brazo poderoso y le soplaba en la punta de la nariz
El ladrillero con su carretilla su gorra su cigarro
Entonces él saltaba de la silla y saludaba a las señoras enseñando unos dientes negros y gastados y una lengua blanca y ajada las señoras le devolvían el saludo que simpáticas
Qué caballero qué caballero.
Le vi en la calle del Gato
se miraba en los espejos gastados los cangrejos y después con ellos mismos se peinaba el pelo Le seguí
Se descalzó a unos cincuenta metros de la parada del 36 en la calle Olivo
Yo no recogí los zapatos, estaban nuevos Leandro, estaban nuevos y no eran baratos
Caminaba con soltura con la cara hacia el cielo como yo cuando duermo y a veces, entre estornudo y un moco que sale, extendía el brazo y dejaba en el poyete de cualquier ventana un ladrillo.
Un ladrillo traído de su mar, de sus corrientes y mareas, aún me faltan 18 para dejarla ciega le decían los contrariados habitantes del hogar
Cruzó la esquina del kiosko de Manuel que aún entonces no había cumplido los 40 (ya sabes que así era cordial y generoso) y le saludó como lo hacen en Dinamarca.
Yo ya estaba cansado tenía hambre cuando sucedió.
Sonó plaf como si fuera una tarta yo no podía creerlo
El cangrejo izquierdo había saltado al suelo
En un primer instante el ladrillero no se percató (iba entusiasmado pensando en una piedra pequeña y roja como rubí que esperaba encontrar entre los posos de café de donde Paco)
El cangrejo había quedado panza arriba como yo cuando duermo, y cerraba y abría las pinzas que se me antojaron castañuelas, madremia que espectáculo horrible cuando vi caer el cangrejo derecho, te prometo que un escalofrío me recorrió la columna.
El ladrillero tampoco se percató (iba entusiasmado con una canción del bueno de Powel) el cangrejo derecho se acercó enseguida al izquierdo que continuaba como kafka al despertar de ese monstruoso sueño en el que se creyó persona
Pero no hablaron, el muy cabrón aplastó con sus pinzas los ojitos negros y cesaron las castañuelas
Joder, vomité de pena y cogí uno de los ladrillos que Leandro había colocado en una ventana
Aún lo observaban una señora y su hijo (ya que le estaba brotando como un cable de Auna) y me amonestaron duramente, yo no hice más caso
Corrí hacia Leandro
Se dio la vuelta al oirme gritar
Levantó sus brazos musculosos, yo no sé si pensaba abrazarme, sí seguramente,
Pero yo No quiero amor y su ladrillo que yo portaba le reventé la cabeza pobres cangrejos
Uno en la acera como música muerta el otro doblando una esquina donde irás