Sergio Álvarez
El cartel prevenía:
“te conquistará” y, anhelando el sometimiento redentor, me apresuré hacia el interior.
De amplio y altivo respaldo sonreía de oreja a oreja.
Los reposabrazos invitaban a dejarse mecer.
Sobre el mullido asiento defequé.
Conquistador de mojones.
Como el que hace un simpa
abandoné la tienda.
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