Sergio
El sonido de un secador de pelo no me dejaba dormir. Aún era pronto pero ya deseaba ponerme a soñar. Hacía mucho calor, aunque la ventana de mi cuarto estaba abierta. Mi cuerpo se pegaba asquerosamente a las sábanas, estaba bañado en sudor y derrepente cesó el ruido del secador. Sólo se oían algunos pasos en la calle, una voz procedente de alguna televisión con el volumen demasiado alto y un coche arrancando.
Pasados unos minutos el sueño comenzó a invadirme. Poco a poco mi cuerpo sudoroso comenzó a quedarse muerto, relajado. Realmente estaba cómodo. Yacía bocarriba con los brazos extendidos perpendiculares al tronco y las piernas separadas.
Mi mente quería precipitarse al mundo de los sueños cuando, de pronto, noté como brotaba justo en el empeine de mi pie izquierdo un débil picor. "¡Maldita sea!", pensé. Segundo a segundo fui despertando de mi corta tranquilidad. Al principio, intentaba no pensar en ello, intenté olvidarlo. Creí que al no prestarle atención se me pasaría; sin embargo, no sucedió así, al contrario: el picor cobró mayor intensidad y ya empezaba a tener la necesidad de arrascarme. Pero estaba demasiado cómodo, así que probé un método contra los picores. Lo había oido en no sé dónde y a no sé quién. Se trataba de pensar en el picor y convencerte de que podías acabar con él sin tener que arrascarte, tan solo pensando en ello. No funcionó.
En cuestión de minutos se fue extendiendo por todo el pie y temiéndome que alcanzara todas las partes de mi cuerpo, decidí arrascarme. ¡Dios, Hombre-Ira!. Justo en el momento en que iba a hacerlo me cercioré de que no podía moverme. No podía moverme y el picor en el pie se me hacía insoportable. Mientras me lamenteba e intentaba moverme, un nuevo picor surgió en el antebrazo derecho. Al principio era muy débil, pero después se hizo igual o mayor que el de el pie.
El tiempo fue pasando y angustiado sudaba como nunca lo había hecho. Comenzó a picarme el cuello, ¡oh Dios! ¡qué horrible sensación de impotencia! ¡me picaba, me picaba mucho y no conseguía arrascarme!. Después fue el pecho y yo intentaba moverme y sólo conseguía sudar. Y también la cara comenzó a picarme y toda la pierna derecha y todo el brazo izquierdo y finalmente todo mi cuerpo se estremecía y yo creía morir pues el picor no cesaba. Y pasaron minutos que formaron horas, y esas horas y el sudor y el angustioso picor suscitaron en mi cabeza un solo deseo, un deseo que anhelaba con toda mi alma, un deseo diabólico sin duda: juré que, en cuanto consiguiera moverme, me arrancaría la piel.
Finalmente debí quedar profundamente dormido. Y soñé. Soñe que la cama estaba empapada por el sudor, y que el sudor era rojo y, que era rojo porque era sangre. Y soñé con un dolor inimaginable. Soñé que la piel se me había caido.
Cuando desperté, cuando abrí los ojos, estaba en pie, en el cuarto de baño, justo en frente del espejo. Mi rostro y todo mi cuerpo desnudo se reflejaba en él. Y en él sólo vi un cuerpo ensangrentado, despellejado. Observé detenidamente mi pálido rostro, mis muertos labios y horrorizado me miré friamente a los ojos y me pregunté:
-¡Dios!¡¿Estoy aún soñando?!.
(Original de 1996)
El sonido de un secador de pelo no me dejaba dormir. Aún era pronto pero ya deseaba ponerme a soñar. Hacía mucho calor, aunque la ventana de mi cuarto estaba abierta. Mi cuerpo se pegaba asquerosamente a las sábanas, estaba bañado en sudor y derrepente cesó el ruido del secador. Sólo se oían algunos pasos en la calle, una voz procedente de alguna televisión con el volumen demasiado alto y un coche arrancando.
Pasados unos minutos el sueño comenzó a invadirme. Poco a poco mi cuerpo sudoroso comenzó a quedarse muerto, relajado. Realmente estaba cómodo. Yacía bocarriba con los brazos extendidos perpendiculares al tronco y las piernas separadas.
Mi mente quería precipitarse al mundo de los sueños cuando, de pronto, noté como brotaba justo en el empeine de mi pie izquierdo un débil picor. "¡Maldita sea!", pensé. Segundo a segundo fui despertando de mi corta tranquilidad. Al principio, intentaba no pensar en ello, intenté olvidarlo. Creí que al no prestarle atención se me pasaría; sin embargo, no sucedió así, al contrario: el picor cobró mayor intensidad y ya empezaba a tener la necesidad de arrascarme. Pero estaba demasiado cómodo, así que probé un método contra los picores. Lo había oido en no sé dónde y a no sé quién. Se trataba de pensar en el picor y convencerte de que podías acabar con él sin tener que arrascarte, tan solo pensando en ello. No funcionó.
En cuestión de minutos se fue extendiendo por todo el pie y temiéndome que alcanzara todas las partes de mi cuerpo, decidí arrascarme. ¡Dios, Hombre-Ira!. Justo en el momento en que iba a hacerlo me cercioré de que no podía moverme. No podía moverme y el picor en el pie se me hacía insoportable. Mientras me lamenteba e intentaba moverme, un nuevo picor surgió en el antebrazo derecho. Al principio era muy débil, pero después se hizo igual o mayor que el de el pie.
El tiempo fue pasando y angustiado sudaba como nunca lo había hecho. Comenzó a picarme el cuello, ¡oh Dios! ¡qué horrible sensación de impotencia! ¡me picaba, me picaba mucho y no conseguía arrascarme!. Después fue el pecho y yo intentaba moverme y sólo conseguía sudar. Y también la cara comenzó a picarme y toda la pierna derecha y todo el brazo izquierdo y finalmente todo mi cuerpo se estremecía y yo creía morir pues el picor no cesaba. Y pasaron minutos que formaron horas, y esas horas y el sudor y el angustioso picor suscitaron en mi cabeza un solo deseo, un deseo que anhelaba con toda mi alma, un deseo diabólico sin duda: juré que, en cuanto consiguiera moverme, me arrancaría la piel.
Finalmente debí quedar profundamente dormido. Y soñé. Soñe que la cama estaba empapada por el sudor, y que el sudor era rojo y, que era rojo porque era sangre. Y soñé con un dolor inimaginable. Soñé que la piel se me había caido.
Cuando desperté, cuando abrí los ojos, estaba en pie, en el cuarto de baño, justo en frente del espejo. Mi rostro y todo mi cuerpo desnudo se reflejaba en él. Y en él sólo vi un cuerpo ensangrentado, despellejado. Observé detenidamente mi pálido rostro, mis muertos labios y horrorizado me miré friamente a los ojos y me pregunté:
-¡Dios!¡¿Estoy aún soñando?!.
(Original de 1996)
2 comentarios:
joder, me pica todo!!!!
joder, me pica todo!!!!
Publicar un comentario